jueves, 19 de marzo de 2015

Antonio Chenel "Antoñete", Por Manolo Molés (1 Parte)

Un escritor nos habla de su obra de tema taurino. En este capítulo, Manolo Moles diserta sobre Antonio Chenel "Antoñete"
Canal+Toros
Andres Recena
Juncal
Toros Y Caballos "JUNCAL"

Antonio Chenel «Antoñete», con su mechón característico, fue un torero icónico de nuestros tiempos. Desde niño, que es cuando se graban las cosas que son para siempre, veía corridas de toros, y adoptó como personajes heroicos a varios espadas de esa época; entre ellos, a Manolete. ¿Qué no verían esos ojos llenos de inocencia? Todo lo que pudo haber escuchado y asimilado sin darse cuenta, como si fuera un juego… Estaba en el lugar idóneo para que ese veneno penetrara en sus entrañas de forma irreversible.
 
Desde su infancia, la Plaza de las Ventas de Madrid se convirtió en su hogar. Pasaba días enteros entre sus corrales y pasillos, observando discretamente el entrenamiento de varios toreros y, quizá sin querer, asimilando toda la magia y el duende que solo pueden sentirse en una plaza de toros. Luego, tomando parte activa en los entrenamientos, él hacía de toro. ¿Será que, en ese preciso momento, empezó a desarrollar toda la intuición y entendimiento que, más tarde, demostraría en las plazas?
La historia de Chenel bien puede dividirse en períodos dadas sus despedidas y regresos, triunfos y silencios.

 El primero de tales períodos (1953-1975), no caracterizado precisamente por su constancia, dejó tras de sí una frágil estructura ósea. Sin embargo, su espíritu y su vocación siempre fueron férreos e inquebrantables. Dentro de esta etapa, destaca la inolvidable faena al toro Atrevido de Osborne, en el año 1966, en Las Ventas de Madrid. Con este toro, el maestro pudo saciar su alma dándole todos los derechazos de los que fue capaz hasta quedar totalmente extenuado. Esta gran faena marcó su consagración en la plaza que tenía que ser.
 
Después, vino la despedida en 1975 con toros de Sánchez Fabrés; una tarde que dejó muy poco para la memoria.

 Sin embargo, no hay cosa peor para un torero que lidiar con tanto hastío, por lo que reapareció en 1977, en Venezuela.
 
Fue de lo más lógico, porque ¿cómo llena un torero lo vivido frente al toro? Solo con otro toro. Nunca se acostumbran a la lejanía, a la nostalgia de las tardes de triunfo e, inclusive, a las tardes de fracaso. Nunca se olvidan de la emoción o de la incertidumbre, es demasiado como para dejarlo atrás, como para sustituirlo ¿con qué se sustituye?.
 
Este segundo período estuvo marcado por otra gran faena con un toro de la ganadería de Garzón, de nombre Cantinero, en junio de 1985. De nuevo, para gloria de Madrid; en su plaza, Las Ventas. Esta etapa fue la que consagró a Antoñete como máxima figura del toreo –un hecho sobresaliente sobre todo por su insólita edad, alrededor de 50 años, y su mermada salud–, pero por otro lado, una consecuencia lógica de su conocimiento de los toros, de su técnica inmaculada y de ese valor sin fecha de caducidad.
Indudablemente, su plaza fue Las Ventas de Madrid, en la que «Antoñete» se dio el lujo de festejar su cumpleaños haciendo lo que más amaba: torear. ¡Qué privilegio tan grande, a los 66 años, poder seguir disfrutando su pasión! Se regaló dos toros, pero también se regaló a sí mismo compartiendo su arte y sabiduría con su público, una fiesta abierta a sus fieles seguidores y, como colofón, salida por la puerta grande.
 
«Antoñete» tenía otra pasión además del toro, el tabaco, por lo que decidió retirarse definitivamente de los ruedos, aunque no de los toros, después de una crisis cardiorrespiratoria en 2001. Chenel se convirtió entonces en comentarista taurino, tenía que hallar algo que le mantuviera activo en ese fascinante mundo.
 
Su señorío y su maestría, su clasicismo, su enorme conocimiento de los toros, de la lidia y de la técnica hicieron de este torero un ejemplo para otros tales como César Rincón, a quien le concedió la alternativa un ocho de diciembre de 1982 en Bogotá, Colombia. ¿Será que en ese intercambio de trastos, a manera de íntimo legado y totalmente desposeído de egoísmos, transmitiera al joven colombiano sus más profundos secretos acerca de la lidia de los toros? Solo ellos lo saben. Lo cierto es que César, al igual que su padrino, es también un torero que pasará a la historia por su depurada técnica y profundos conocimientos de la lidia. Quizá casualidad, quizá destino.
 
Aunque el Cementerio de la Almudena es ahora el lugar donde yace el maestro, Las Ventas de Madrid será por siempre su plaza y, por siempre, su hogar.

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