José Gómez Ortega "Joselito" (1895-1920), matador de toros español, el último de los grandes toreros clásicos, que, junto con Juan Belmonte, formó la pareja rival más fructífera de la tauromaquia.

Nació en Gelves (Sevilla), hijo del matador Fernando Gómez, “Gallo”, y de la bailaora Gabriela Ortega, es decir, de la dinastía “Gallo”, nombre familiar que también se le aplica y le llega en la forma de “Gallito”. Era nieto, hijo y hermano de toreros, era hermoso y tenía el don de la sabiduría como ningún torero lo ha tenido; porque lo que otros conseguían después de un duro y largo aprendizaje, él ya lo tenía desde chico, aprendido de sus hermanos Rafael y Fernando que le transmitieron todo el conocimiento que su tío José Gómez aprendió de “Lagartijo”.
Desde los ocho años acompañó a su hermano Rafael por
tentaderos y capeas y ya llevaba la coleta, distintivo adorno capilar de los toreros clásicos. En 1908, se vistió por primera vez de luces en Jerez de la Frontera, y ante el tamaño del segundo novillo, el público se opuso a que un chiquillo de doce años lo matara; se cuenta que “Joselito” lloró de rabia.

Tras varios años de torear por toda España afianzándose en sus cualidades lidiadoras se presentó en Madrid, el 13 de junio de 1912, matando él solo una corrida entera y consiguiendo un triunfo que desbordó todas las previsiones. Fue un año glorioso que concluyó con su alternativa en la Maestranza de Sevilla, el 28 de septiembre, de manos de su hermano Rafael y con toros de Moreno Santamaría, y la confirmación en Madrid, de nuevo Rafael como padrino, y Vicente Pastor como testigo, el cual además cedió los trastos de torear a otro toricantano (aspirante), Manuel Martín Vázquez; los ocho toros fueron de Veragua.
Dominaba todas las suertes (sólo el mexicano Rodolfo Gaona podía igualársele y aún lo superaba en elegancia, pero le faltaba la voluntad), era la ciencia hecha torero y la fama lo proclamó desde sus comienzos.
Obsesionado con la perfección, se preparaba concienzudamente antes de la temporada, dirigía la lidia con precisión y autoridad, y reunió la cuadrilla más eficaz y disciplinada nunca vista. Llevaba en ella a su hermano Fernando, el único de quien admitía consejos, quizá el más imaginativo y sabio de la casa, más en calidad de asesor técnico que de torero.
Tan seguro estaba de su poder, que fue el primero que ordenó taparse a las cuadrillas durante el tercio de muerte.
El 3 de julio de 1914 se encerró solo en Madrid con toros colmenareños de Vicente Martínez. Al segundo le dio «tres pases naturales completos» que significaban el engarce entre la propuesta de “Guerrita” y el toreo moderno. Luego, en el abono de otoño, ligó cinco naturales en redondo a un santacoloma y ya en 1915 convirtió esta manera de torear, que le dio enormes éxitos en la temporada de 1917, en eje de sus mejores faenas, cuando su toreo, más templado y artístico, se hizo más abelmontado.
Acorde con esta innovación impulsó entre los ganaderos la búsqueda de un toro, "el toro de Belmonte", más apto para ahondar en los nuevos caminos del toreo de muleta.
Pero antes ya cosechó sonoros triunfos y el derecho a figurar con letras de oro en la historia del arte de torear. José estaba decidido, por su intuición y madurez torera, a competir por conseguir el cetro absoluto del toreo; confiaba en su dominio de todas las suertes de la lidia, pero tenía que desterrar a Ricardo Torres, “Bombita”, que era el que reinaba en las plazas y además quitaba espacio a su hermano Rafael. El 5 de junio de 1913 se enfrentaron en Sevilla, y “Joselito” sobresalió sin paliativos; repitieron en Madrid y el triunfo de Ortega Gómez fue tan rotundo que consiguió cortar su primera oreja en la Monumental, cosa que hasta entonces sólo habían logrado “Bombita”, “Machaquito”, su hermano Rafael y dos veces Vicente Pastor. El 15 de octubre Ricardo Torres anunció su retirada de los ruedos.
La campaña de 1919 la empezó dando la alternativa a su cuñado, Ignacio Sánchez Mejías, en la plaza de
Barcelona, el 16 de mayo, con los triunfos acostumbrados: por primera vez en su vida realizó la temporada americana. Si ya de novillero Gallito había brillado a gran altura, toreando desde los 13 años, en los ocho años que duró su vida de matador fue el indiscutible número uno, tan sólo contestado por Belmonte. Su primera tarde apoteósica en Madrid fue en la despedida de Bombita el año 1913, luego vinieron otras muchas, como las cuatro ocasiones en las que se encerró con siete toros en el coso madrileño, o la indescriptible faena al toro "Napoleón", de Gamero Cívico, el 10 de mayo de 1915, año en el que su enorme faena a un toro en la Plaza de Sevilla es premiada con las orejas de la res por primera vez en la historia del toreo. En 1919 viaja por única vez a América, triunfando en la Plaza de Lima.

El comúnmente aceptado como mejor torero de todos los tiempos, era pura intuición y vocación sin límites. Su técnica perfecta, sus dotes de lidiador, la variedad de su repertorio, el dominio de todas las suertes, le convirtieron en el paradigma del toreo clásico. Por su dominio del toro, en los "mano a mano" con Belmonte siempre le superaba con las reses duras y difíciles así como en el trasteo de capa. Aquella rivalidad ha sido lo más grandioso en la historia del toreo: "la Edad de Oro".

En Talavera lo mató Bailaor, un toro de la viuda de Ortega, una ganadera desconocida, cuando estaba en la cima de su poderío (16-V-1920), aunque desde 1918 arrastraba una honda depresión por la injusticia de los públicos, la campaña en su contra del crítico de ABC Gregorio Corrochano y sus amores frustrados por el rechazo social de la aristocracia sevillana. Pero ese fue sólo el principio de la gloria.
La impresión en toda España fue enorme, la gente se resistía a creer la noticia y los restos fueron acompañados por el fervor popular. Su entierro en Madrid y en Sevilla, adonde se le trasladó, tuvieron un carácter excepcional. Sus restos descansan en un mausoleo, obra de Mariano Benlliure y costeado por suscripción popular.
¡Se acabaron los toros...!, dicen que exclamó Guerrita cuando supo la noticia.
Desde entonces el día de su aniversario las cuadrillas se desmonteran al hacer el paseíllo y guardan un minuto de silencio en su memoria. La Macarena, de la que era hermano, se vistió de luto y su funeral se celebró en la catedral de Sevilla.
En la madrugá siguiente dicen que se oyó una saeta:
Ven pasajero, dobla la rodilla,
que en la Semana Santa de Sevilla,
porque ha muerto José, este año estrena
lágrimas de verdad la Macarena.
Nota.- Se atribuye a Lagartijo la fórmula según la cual el toreo consiste en quitarse cuando viene el toro, porque «o te quitas tú o te quita el toro». Belmonte, sin embargo, invirtió la fórmula y, en vez de quitarse él, quitó al toro, mandándole, templándole, con su insuperable juego de brazos y de muñeca.

Martes 06 de septiembre de 2005
Un toro mató a “Joselito” en Talavera de la Reina! Noticia que se consideraba inverosímil, por desgracia tan veraz como es el día y la noche; sin embargo, cuando corrió como reguero de pólvora en los corrillos taurinos españoles, infinidad de aficionados pensaron que se trataba de una broma de mal gusto.
Era el 16 de mayo de 1920 en el festejo de feria en Talavera de la Reina.
El quinto toro, del hato ganadero de la Viuda de Ortega , de nombre Bailaor , con características menores a lo normal y defectos visuales muy marcados en su lidia (burriciego, toros que ven de lejos y no de cerca). Al torearlo de muleta lo arrolló José se fue de la cara del burel y se le puso en la distancia que embestía con tan mala fortuna que le infirió una cornada penetrante de vientre y le extrajo los intestinos.
Se asustó tanto inconmensurable y poderoso torero sevillano al observar los intestinos fuera de la cavidad abdominal. Sí, una cornada impresionante que no "representaba", en apariencia, una gravedad extrema, pero el shock traumático resultó determinante en el fatal desenlace que produjo el sentido óbito, que provocó luto nacional en España.
José Gómez Ortega “Joselito” jugaba con los toros y bien conocida es la frase de su madre que sentenciaba: "Para que un toro coja a José, necesita aventarle el pitón".
Cierto, los aficionados estaban sorprendidos, pero más incrédulos se mostraban los propios toreros que calibraban perfectamente los alcances y el nivel de un figurón del toreo como lo era “Joselito” .
En la fiesta de toros nadie está excluido de un percance y el peligro siempre está vigente en el enfrentamiento de un hombre y un astado bravo, sin importar el tamaño que tenga el animal. Ahí radica la importancia, la pureza y la seriedad de la profesión taurina. El toro no admite con polendas de nadie. A todos embiste igual.
Andres Recena
Juncal
Toros Y Caballos "JUNCAL"
No hay comentarios:
Publicar un comentario